En octubre de 2021, el hermano Alois, prior de Taizé, fue invitado a intervenir en la apertura del Sínodo de los obispos sobre la sinodalidad en Roma. Dirigiéndose a los Padres sinodales y al Papa Francisco, dijo lo siguiente Gracias, Santo Padre, por haber convocado este sínodo. En Taizé nos ha conmovido ser invitados a su apertura. Gracias también por la tradición de invitar a delegados de otras Iglesias. Será valioso escucharles hablar de su práctica de la sinodalidad, de sus ventajas y limitaciones.
Este proceso sinodal llega en un momento crucial en el que asistimos a dos evoluciones contradictorias. Por un lado, la humanidad es cada vez más consciente de que todos estamos conectados entre nosotros y con toda la creación. Por otra parte, las polarizaciones aumentan a nivel social, político y ético, y provocan nuevas fracturas en las sociedades, entre los países e incluso en el seno de las familias.
Por desgracia, entre nuestras Iglesias y dentro de ellas, las diferencias también tienden a convertirse en polarizaciones divisorias. cuando nuestro testimonio en favor de la paz sería vital. ¿Cómo podemos hacer avanzar la unidad de los cristianos? Hace poco planteé esta pregunta al Rev. Larry Miller, antiguo Secretario General del Foro Cristiano Mundial. Me respondió: «No se trata de empezar diciendo: ‘Esto es lo que somos y por qué tenemos razón’. Más bien, es reconocer nuestras debilidades y pedir a otras Iglesias que nos ayuden a recibir lo que nos falta. Esto es ecumenismo receptivo, que nos permite acoger lo que viene de los demás». ¿No es correcta la opinión de este pastor? Todos llevamos el tesoro de Cristo en vasijas de barro y tal vez brille aún más cuando reconocemos humildemente lo que nos falta.
Dentro de la propia Iglesia católica, el sínodo sacará a la luz grandes diversidades. Éstas serán tanto más fecundas en la búsqueda de la comunión, no para evitar u ocultar los conflictos, sino para alimentar un diálogo que reconcilie.
Para favorecerlo, me parece deseable que haya en el camino sinodal momentos para respirar, como pausas, para celebrar la unidad ya realizada en Cristo y hacerla visible.
A este respecto, Santo Padre, ya que nos invita a soñar, quisiera compartir un sueño. ¿Sería posible que un día, en el curso del proceso sinodal, no sólo los delegados, sino el pueblo de Dios, no sólo los católicos, sino los creyentes de las diversas Iglesias fueran invitados a un gran encuentro ecuménico? Porque por el bautismo somos hermanos y hermanas en Cristo, unidos en una comunión todavía imperfecta pero real, incluso cuando las cuestiones teológicas siguen sin respuesta. Este encuentro, aquí en Roma y al mismo tiempo en otras partes del mundo, tendría en su corazón una celebración sencilla a la escucha de la Palabra de Dios, con un largo momento de silencio y de intercesión por la paz. ¿Podrían ser los jóvenes los animadores? ¿Podría ampliarse esta celebración a intercambios entre las confesiones? Descubriríamos que, unidos en Cristo, podemos convertirnos en constructores de paz.
Nuestra experiencia en Taizé me anima a hacer esta propuesta. En nuestra comunidad, procedentes de diferentes confesiones, vivimos bajo el mismo techo. Desde hace más de sesenta años, acogemos a jóvenes de diferentes Iglesias o que simplemente buscan un sentido para sus vidas. Lejos de ponernos de acuerdo sobre un mínimo común denominador, nos vemos constantemente empujados a ir a la fuente del Evangelio, a Cristo que, a través del Espíritu Santo, nos conduce juntos al Padre de todos los seres humanos sin excepción.
En un primer encuentro preparatorio en Taizé, un poco más tarde, el hermano Alois explicó:
De hecho, la propuesta que hice entonces era sencilla: encontrémonos, no sólo los que participen en el sinodo en Roma en el mes de octubre del próximo año (2023),
no sólo los católicos, sino todos los que pertenecen a Cristo, para una vigilia de oración.
Y en noviembre de 2022, por iniciativa de Taizé, en estrecha colaboración con la Secretaría del Sínodo en Roma, así como con el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, unas cincuenta realidades eclesiales, de todos los orígenes confesionales, ya estaban implicadas en la preparación de este encuentro: Iglesias y federaciones eclesiales, comunidades y movimientos, servicios de pastoral juvenil.